La resiliencia organizacional es sinónimo de actuar para transformar el contexto en oportunidad de negocio, sin perderse en los problemas puntuales y sus síntomas. Sin embargo, decirlo es mucho más fácil que hacerlo.
¿Qué es lo que primero hacen las organizaciones para ‘luchar’ contra la crisis?
- ¿Reestructurar o dejar de lado al recurso humano corriendo el gran riesgo de afectar de forma importante la operación?
- ¿Disminuir costos a expensas de la calidad prometida o trasladar parte de éstos a sus clientes, sin una aparente y válida justificación?
- ¿Afectar la relación con proveedores y aliados estratégicos como consecuencia de cambios unilaterales en las reglas del juego, sin considerar las consecuencias que conllevan estas acciones a largo plazo?
¿Cuál es el impacto de todo esto? Todo lo que tienes en mente e, incluso, mucho más.
Considera que ‘luchar’ contra el ‘problema’ puede significar alargar la crisis, pues la búsqueda ansiosa de la salvación puede generar mayor ansiedad y frustración. A la realidad no le importa cómo te sientes al respecto, y tampoco se trata de hacerte el o la fuerte porque en la medida en que te resistas al cambio y a transitar el duelo, puede ser que tengas mayores dificultades para sobreponerte y salir fortalecido.
Considera que gran parte de la clave del éxito se encuentra en la forma como te relacionas con esa situación que estás viviendo. ¿Cómo lo has venido haciendo? ¿Cómo lo quieres hacer a partir de ahora? ¿Qué de todo lo que observas habla del problema y qué de sus consecuencias? ¡El súper poder es la capacidad para distinguir! Ahí está la semilla para identificar qué es lo que podemos hacer diferente.
¿Y si no estuviéramos tan apegados a las formas, a los procesos y procedimientos? La capacidad de reinventar el modelo de negocio sería probablemente una ventaja competitiva.
La resiliencia organizacional tiene mucho que ver con la capacidad que tienen las organizaciones para sobreponerse ante cualquier adversidad del mercado o crisis económica, sin comprometer elementos característicos de su identidad corporativa. La administración de negocios ha mostrado en múltiples ocasiones cómo el fracaso situacional puede convertirse en un factor de éxito sostenido. De los errores aprendemos, si somos capaces de permitirnos el equivocarnos.
La forma de liderar organizaciones ya no es como antes…
Uno de los principales retos de los líderes actualmente es gerenciar en la crisis, administrar en mercados volátiles, tomar decisiones con información incierta, y actuar con efectividad en medio de la complejidad. Y es ahí donde se pone a prueba la inteligencia emocional. Sentirse bien con ‘el estar mal’, gestionar las emociones y los estados de ánimo propios y de los demás es una tarea innegociable, si queremos que las lecciones aprendidas hagan parte de la memoria organizacional.
Hoy en día, los líderes están llamados a transformar el contexto en oportunidades de negocio, lo que implica tener la habilidad para:
- Comprender la finalidad, la visión, la misión y los valores, más allá de simplemente ‘lo que hacemos’,
- satisfacer la demanda de los entornos cambiantes,
- filtrar y procesar información (relevancia), y aprovechar la tecnología para innovar,
- crear fuertes conexiones-relaciones (internas y externas),
- coordinar acciones y trabajar en equipo de forma ágil,
- considerar el factor humano como el centro de cualquier proceso de adaptación en la organización.
Tiene más opciones de prosperar un liderazgo capaz de arriesgarse a anticipar futuras tendencias e inspirar a los demás a apostar por una nueva visión de posibilidades, un nuevo sentido, un nuevo significado para afrontar juntos nuevos desafíos. Un liderazgo capaz de reconocerse en un proceso de aprendizaje constante, acelerado y contextual; que estimula en lo intelectual y lo emocional para invitar a los demás a tomar riesgos; delegando, brindando herramientas y ofreciendo retroalimentación sustantiva y oportuna.
Un liderazgo que inspire una cultura organizacional dinámica frente a lo emergente y cambiante, capaz de valorar a profundidad y en tiempo récord las circunstancias y los retos específicos, para ajustar de forma orgánica la estructura, y comunicar abierta y fluidamente los lineamientos. Una cultura organizacional que se soporta en una visión de futuro sostenible.
Sobrevivir y prosperar en el presente no será suficiente si no se aprende lo que hay que aprender para hacerlo en el futuro las veces que sea necesario.