LIDERAZGO ÉTICO: MÁS ALLÁ DEL DISCURSO Y LOS ARGUMENTOS… UNA POSTURA DE VIDA

Sin empresas éticas no hay una buena sociedad.

Adela Cortina, Filósofa

 

En el actual mundo empresarial, las corporaciones son cada vez más conscientes de la importancia de operar en un contexto de ética y cumplimiento. Hacer negocios íntegros, son garantía de la buena reputación, la rentabilidad y la sostenibilidad de los negocios, y del espíritu constructivo de los empresarios y su administración para con la sociedad en general.

Nada de lo anterior sería posible si no fuera por el compromiso inquebrantable de los líderes de estas organizaciones con la ética. Me referiré al liderazgo ético, en un sentido más concreto, como una de las competencias clave en el modelo de líder-coach.

En mi experiencia, acompañando procesos de transformación cultural en organizaciones para el diseño y puesta en marcha de lineamientos y políticas de ética empresarial, he podido observar que el estilo de liderazgo resulta fundamental para el éxito. Con éxito no me refiero a que existan los documentos técnicos y su desarrollo correspondiente a través de los procesos, procedimientos, sistemas y otros instrumentos tecnológicos de la organización. Todo lo anterior ayuda pero no garantiza nada.

Desde mi punto de vista el éxito radica en lo que llamo “coherencia evidente”, que significa que lo que decimos es lo mismo que hacemos y lo podemos comprobar observando y evaluando los comportamientos específicos de todas las personas que conforman la organización.

¿Cómo se logra la “coherencia evidente”?

La apropiación de los lineamientos éticos implica transformar atributos de la cultura organizacional y del estilo de liderazgo para lograr que las declaraciones de integridad sean consistentes con el quehacer de la organización, en el día a día, y en todos los niveles y áreas de la misma. Y lo anterior solo se logra cuando los líderes tienen una postura ética; cuando son capaces de construir confianza, de honrar sus promesas, y de basar sus decisiones y acciones en los valores y principios personales y corporativos.

Operar desde esta plataforma no siempre resulta una tarea sencilla, pues los dilemas éticos y otras situaciones complejas estarán a la orden del día para poner a prueba la determinación del líder-coach. Éste correrá el riesgo de ser impopular, cuando opte por decisiones que sacrifican la gratificación inmediata para cuidar el contexto de la organización en el mediano y largo plazo. Correrá también el riesgo de ser incomprendido, e incluso, de ser tildado de iluso.

No obstante, una postura de integridad también trae múltiples beneficios para el líder-coach y para la organización:

  • Favorece la consolidación de alianzas estratégicas sólidas con personas y organizaciones que comparten el mismo compromiso con la ética y la probidad; fortaleciendo aún más la cadena de valor y el ecosistema de negocios al que pertenece la organización.
  • Facilita el desarrollo de los negocios, sobre la base de que las reglas del juego son transparentes y se encuentran sobre la mesa para guiar las actuaciones de todas las personas involucradas.
  • Propicia una mayor atracción y mantenimiento del talento humano, al contribuir a una mejor adaptación de los colaboradores al entorno laboral.
  • Promueve procesos de desarrollo del talento humano más efectivos, por cuenta de que las personas prefieren aprender y crecer al lado de líderes a quienes respetan y admiran.
  • Fortalece el engagement al aumentar el orgullo de los colaboradores por hacer parte de una organización reconocida públicamente por sus prácticas íntegras.
  • Permite al líder-coach plasmar su impronta para dejar un legado capaz de ser reconocido y apreciado por todos los stakeholders de la organización, entre otros.

¿Es posible entrenar el liderazgo ético en las organizaciones?

Esta suele ser una pregunta frecuente de quienes me han escuchado hablar del liderazgo ético en conferencias, talleres, reuniones y otros espacios de conversación personal y profesional. Y para mí resulta curioso escuchar que haya personas que aún piensan que los líderes simplemente nacen y no se hacen. Incluso, cuando de ética se trata, suelen también hacerse comentarios del tipo “la ética se inculca en la casa”, “la ética es algo que se da a mamar con la leche materna”, “la ética no es un campo para la educación de los adultos y menos en las empresas”, etc.

Más allá de toda esta discusión con la cual no suelo engancharme, yo soy de la escuela de que el liderazgo ético puede ser entrenado. Muchas formas de hacerlo se me ocurren en este momento, sin embargo, me limitaré a mencionar las siguientes:

  • Acompañando a los líderes a trascender la perspectiva limitada y dicotómica donde suele situarse la reflexión sobre la ética y los valores. El líder-coach entiende que la realidad no es “blanco o negro”, que no se trata de “personas buenas o malas”, de “hacer siempre lo correcto frente a lo incorrecto”, de “hacer siempre lo mejor y no lo peor”, de “ser perfecto siempre”, etc. Como sabe que la realidad es más compleja de lo que solemos reconocer, gran parte de su labor implica desarrollar altos niveles de sensibilidad para leer el contexto e identificar todo aquello que no es visible a simple vista. Implica, también, conectar los puntos para entender las dinámicas de relacionamiento y los factores de riesgo asociados al direccionamiento y la gestión estratégica de los negocios. Cuando se entiende que el panorama tiene una gama variada de grises, es posible identificar y gestionar de forma efectiva los riesgos para evolucionar incluso en entornos de alta incertidumbre y volatilidad.
  • Aumentando el nivel de conciencia de los líderes sobre el impacto que tienen en la organización y en el mundo. El líder-coach tiene el poder para impulsar los procesos de transformación cultural y la razón es muy sencilla: Todos observan y emiten juicios acerca de lo que sus líderes dicen y hacen. Con el ejemplo, es posible formar opinión y fomentar cambios voluntarios en los comportamientos de los colaboradores y los equipos de trabajo.
  • Propiciando en los líderes el reconocimiento de su contexto emocional a la hora de tomar e implementar decisiones. El líder-coach identifica, expresa y gestiona sus emociones. Sabe cómo se siente cuando opera alineado con sus valores y principios y cuando no. Es capaz de percibir cuando está siendo incoherente y de valorar el costo energético y/o emocional que esta dinámica le genera. También es capaz de reconocer cómo todo lo anterior influye en el estado de ánimo y las respuestas emocionales de quienes lo rodean.
  • Apoyando a los líderes a conectar la reflexión de sus valores y principios personales con los valores y principios corporativos. Frente a un dilema ético, lo que suele estar en el trasfondo es un conflicto de valores. Que los líderes tomen un tiempo para analizar cuáles son los valores que están priorizando y/o defendiendo cuando optan por una u otra alternativa de resolución hace toda la diferencia, pues ubica la reflexión en un nivel más profundo. Ya no se trata simplemente de la situación si no de quién eres tú frente a ésta. Verlo de esta forma aumenta el nivel de compromiso y responsabilidad de quien decide y actúa.

Concluyendo por ahora,  la discusión queda abierta…

Mucho más se podría mencionar acerca del liderazgo ético y su relación con el modelo de líder-coach. Además, sobre lo dicho quedan varios temas que se podrían profundizar y que ameritarían sus propios espacios de reflexión y conversación. La forma que se me ocurre para concluir por ahora es simplemente decir que la discusión queda abierta.

El liderazgo ético es sinónimo de sentido común, inteligencia emocional y actitud de diálogo. Una postura de vida que acompaña un gran desafío: Hacernos cargo de la responsabilidad que tenemos de contribuir en la consolidación del tipo de sociedad en la que queremos vivir, para constituirnos en un referente de la conducta personal y profesional de las personas con las cuales nos relacionamos.

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