“No hay nada más poderoso como una idea a la cual le ha llegado su tiempo”.
Víctor Hugo
A diferencia de los que dicen que el momento actual es desafortunado, soy de las que cree que la llegada del Coronavirus es una oportunidad, para Colombia y para el mundo. Sí, es una oportunidad para crear un contexto capaz de contener a los nuevos líderes y a las nuevas sociedades que diseñan condiciones propicias para el desarrollo social sostenible en lo local.
No es nuevo hablar del actual acuerdo global de la Agenda 2030 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Tampoco es la primera vez que se menciona el papel crucial del Gobierno Nacional para responder al creciente descontento social, expresado desde hace un tiempo y que tiene como una de sus expresiones más recientes ‘los cacerolazos’. Mucho menos es una primicia debatir acerca de los desafíos que estos compromisos suponen para las administraciones territoriales, en general, y para la gestión de lo social, en particular… a propósito de los nuevos planes de desarrollo que se aprueban para entrar en vigencia en estos días.
No es mi intención caer en repasar y repasar la letra de una canción que ya todos sabemos. No te preocupes, tampoco utilizaré expresiones de moda como ‘la nueva normalidad’, ‘la necesidad de re-invertarnos’ o ‘la gestión de las crisis’. Cualquiera de estas ideas nos remite necesariamente al pasado. “¿Cómo eran las cosas antes y cómo son hoy?” son preguntas que nos anclan en la trampa de comparar, de pensar que podemos tener certeza y control sobre algo, y que el pasado es un referente válido para predecir nuestro futuro.
El ritmo de los cambios en la actualidad es tan acelerado que, incluso, nos puede producir vértigo. El piso sobre el cual estamos parados no deja de moverse, y a la vida no le importa si estamos cómodos con todo esto o no. Podemos dejar ya de resistir y rendirnos a lo desconocido. Podemos dejar de añorar ‘quiénes éramos’ para entender que la clave del éxito está en preguntarnos quiénes somos como seres humanos hoy y qué es lo que nos hace vivir aún en sociedad. De hecho, podemos ahora entender el gran potencial que tiene la filosofía para ayudarnos a darnos cuenta de qué es lo realmente crucial en este momento en el que estamos como humanidad.
Lograr avances contundentes en términos de desarrollo social implica necesariamente reconocer que debemos tomar una hoja en blanco para responder de ceros preguntas tales como “¿Qué significa para mí ser un líder?”, “¿Qué espero de mí y qué esperan otros de mí?”, “¿Cuál es mi rol trascendente e intransferible en esta sociedad?”. Y muchas otras preguntas…
No es momento de saber todas las respuestas, de hecho el conocimiento se vuelve obsoleto incluso antes de que lo aprendamos. No es momento de actuar en solitario, no en vano llegó una pandemia para demostrarnos (por si aún no lo creíamos) lo interdependientes que somos y que no hay gobierno que pueda tener éxito sin la acción social y ciudadana, y viceversa. No es momento de seguir sosteniendo el discurso de los ‘recursos escasos’, porque las alianzas estratégicas nos facilitan el escenario para multiplicar de forma exponencial lo que tenemos a nuestro alcance.
Tal vez, sí es el momento de entender que como ‘surfeadores’ nunca podremos saber con seguridad cómo se va a comportar la ola, y que lo que sí podemos es estar 100% comprometidos a subir en la tabla las veces que sea necesario. Tal vez, sí es momento de trascender la lógica de separación que nos muestra la realidad con dos extremos (‘tú-yo’, ‘nosotros-ellos’, ‘bueno-malo’, ‘Nación-municipio’, ‘izquierda-derecha’, ‘salud-economía’, ‘Estado-sociedad’, ‘campo-ciudad’, etc.), para rendirnos al hecho de que en medio hay infinitas posibilidades, diversidad de actores y propósitos compartidos. Tal vez, sí es momento de reconocer que el miedo a equivocarnos nos tiene andando a marcha lenta en un mundo que ya perdió los frenos.
Tal vez sea el momento para que una nueva idea triunfe, para tener el poder de crear una nueva realidad…